Para los que no desisten y siguen llegando por acá: ¡Me he mudado! Ya en mi propio dominio y con la intención de darle más duro al tema del blog.
Junté casi todo lo que rondaba en los blogs... hay cosas hasta del 2003. :s
Dense la vuelta y opinen. Pueden calificar, escribir y escuchar música... Hay una playlist que irá cambiando de modo casi a diario.
Los espero en el nuevo blog de Ajo Kano.
- Calipso total -dijo la rata escondida en la vagina de la muerta-. Me gustarÃa ser Pink Tomate, pa' qué que sÃ. Esto de andar mirando que se encuentra uno en los basureros ya me jartó. A ver si ahorramos un poquito y nos vamos pa' Jamaica, ¿no? ¿Si viste los micos esos que andan de fiesta todo el rato con lo que dejan los turistas por ahÃ? Tss, yo me la pasarÃa bien bueno revolcándome en la arena y teniendo ese marsote enfrente. Y pues surfiar, surfiar por las mañanas y vender arepas si es del caso... ¿o no?
- Siempre decÃs lo mismo -le contestó Ana MarÃa-. Vos ya sabés: del dicho al hecho hay mucho trecho.
Carótido MaldÃa encontróse una tarde caminando por las lÃneas de un manuscrito. Sin descendencia ni ascendencia definidas, con rasgos aún no descritos y en medio de edificios incoloros, sus pies le anclaban a un lugar que no conocÃa. Los pensamientos y emociones, escasos y confusos, invadÃan a velocidad lectora su cuerpo de inmaculada concepción. El olor a cemento mojado, los postes incendiados, los aullidos de la gente, los cuerpos amontonados, el zumbar de las balas, el cuchillo en su mano, el purpúreo cimbrar de su garganta, el grito ajeno de victoria y la lucidez del moribundo arremetieron contra él de forma aterradora e inequÃvoca: esto no es una novela.
- ¡En esta hierba caerá lluvia! - Sentenció el profeta de la obscuridad nueva, creyendo vislumbrar un haz de luz sobre su cabeza.
HabÃa vuelto su rutina de desesperante mortandad. De nuevo su pecho se comprimÃa indistintamente al ver la vida viva y la muerte en vivo. Pensaba bajo el agua de la regadera, entre las sábanas de insomnio, entre las luces de la fiesta. Convencido de nunca lograr una respuesta seguÃa divagando en silencio, pensando tal vez si asà fue la vida de algún filósofo cuyo nombre enseñen en la escuela. Creaba conclusiones, descargaba videos de una y otra teorÃa: big bang, teorÃa de cuerdas, relatividad... Buscaba comentarios y testimonios del cordón de plata, de la presencia dual de algún tibetano, de la inconsistencia del tiempo, de muertes clÃnicas revertidas. Le dio a la consciencia una fuente y razón netamente casual, un juego de la materia, lo único que sin razón alguna se atreverÃa a decir que existe. Y fue diluyéndose en su propia vida sin retorno que encontró a Dios en la vitrina de una tienda. Lo saludó y entabló una amable conversación en la que Él aseguraba que sà existÃa, que andaba cerca siempre, es más, que siempre estaba en todo lugar. Habló con Él hasta que la luz de los postes y carros reemplazara la del dÃa. Habló con Él hasta que se dio cuenta que hablaba consigo mismo.
Ella podrÃa decir que su sima estaba ardiendo, pero él no harÃa más que buscar un termómetro.
Quisiera sacudirse las hojas amarillentas de aquellos caballeros de armadura oxidada que tanto le han dificultado morir junto al rÃo, comerse las migajas que dejaron los niños en el bosque y darle un bocado a esa barbacoa de bruja que tanto le hace salivar.
Desea disfrazarse de camello y engañar a Balthassar para que la monte, ser la sonrisa de Cheshire para jugar traslúcida bajo las faldas de Alicia. Añora el orgasmo de lágrimas, el dolor ceniciento del clÃtoris, el asomo de una lesión por sus arcadas.
Y sus dedos
Sus anhelos
Los roces
Sus fantasÃas
Los apretones
Los minutos
Las posiciones
Los comerciales
logran que llore, con una almohada atrapada entre las piernas, sin alcanzarlo.
Quisiera sacudirse las hojas amarillentas de aquellos caballeros de armadura oxidada que tanto le han dificultado morir junto al rÃo, comerse las migajas que dejaron los niños en el bosque y darle un bocado a esa barbacoa de bruja que tanto le hace salivar.
Desea disfrazarse de camello y engañar a Balthassar para que la monte, ser la sonrisa de Cheshire para jugar traslúcida bajo las faldas de Alicia. Añora el orgasmo de lágrimas, el dolor ceniciento del clÃtoris, el asomo de una lesión por sus arcadas.
Y sus dedos
Sus anhelos
Los roces
Sus fantasÃas
Los apretones
Los minutos
Las posiciones
Los comerciales
logran que llore, con una almohada atrapada entre las piernas, sin alcanzarlo.